martes, 16 de agosto de 2016

CORZO


DESCRIPCIÓN DE LA ESPECIE

De pequeño tamaño, similar al de una oveja, y con coloración uniforme, que varía con la época del año, pasando de una coloración 

grisácea en invierno a un pelaje estival de tonalidad castaña. Cuenta con una cola muy corta, de apenas unos centímetros, que se 

pierde en el característico escudo anal de la especie, este en forma de corazón invertido y color blanco en invierno y más 

amarillento en verano. El bozal negro, que contrasta con el color blanco de la barbilla y labio superior, es otro rasgo muy marcado 

en la especie, que resulta inconfundible dentro de los cérvidos.
Al tener las cuartos traseros más largos y elevados que los delanteros, adopta un aspecto desproporcionado, viéndose  obligado a 

andar a pequeños saltitos, lo que le confieren además un aspecto grácil y simpático.
El corzo, que emite un sonido llamado “ladrido”, por su similitud al de los cánidos, se considera un animal predominantemente 

forestal, que sale a campo abierto en contadas ocasiones durante el final del invierno y la primavera para añadir algunas hierbas a 

su dieta, basada en el consumo de hojas de arbustos y árboles bajos, así como bayas y brotes tiernos. Sus hábitos son crepusculares, 

viéndosele rara vez durante el día, que suele pasar escondido entre la espesa vegetación.
El tamaño del corzo, también de su cuerna, 

va a depender mucho del alimento y estado de salud del animal, también hay diferencias locales de tamaño dentro de la población 

ibérica, siendo los corzos cantábricos los que alcanzan mayores tallas y pesos, mientras que los andaluces son sensiblemente menores, 

seguramente como adaptación a un clima y vegetación determinados.

Los machos tienen una cuerna poco ramificada que pierde entre octubre y noviembre, comenzando a crecer el mismo día del desmogue 

previo y está totalmente completa y mineralizada entre marzo y mayo. La cuerna se compone de una guía principal acabada en punta, que 

se inserta en los pivotes óseos del cráneo mediante un ensanchamiento denominado roseta. Aproximadamente en la primera mitad anterior 

de esta guía principal surge una punta dirigida hacia adelante y hacia arriba denominada luchadera. En el último tercio de la guía de 

la cuerna aparece una segunda punta, dirigida posteriormente, denominada garceta. Así la configuración de la cuerna del corzo es 

relativamente sencilla y con tres puntas.Aunque por algunos autores se ha indicado que las excrecencias o botones que presenta la 

cuerna, llamadas perlas, van aumentando en su número con la edad del individuo, no hay evidencia de correlación entre edad y perlado. 

Hoy se cree con cierto fundamento que la mayor abundancia o no de perlas tiene que ver con un retraso en el descorreado de forma que 

al retrasarse más se mantiene la circulación periférica del tejido óseo durante más tiempo, y ese mayor aporte local de nutrientes 

(en especial protéico) da lugar al perlado.

Considerado una especie marcadamente territorial, en el caso de los machos, mantienen una zona de exclusión frente a otros congéneres 

de su mismo sexo durante gran parte del año, prolongándose el período de celo de los machos durante casi 6 meses al año (de abril a 

septiembre). El dominio vital de los machos territorialistas está en torno a las 7 hectáreas.

La reproducción del corzo viene condicionada por el fenómeno de la diapausa embrionaria, por la cual el óvulo permanece flotando en 

el útero de la hembra desde el momento de la fecundación (julio-agosto) hasta principios del invierno (diciembre) comenzando entonces 

un ciclo de gestación normal, produciéndose los partos a finales del mes de abril. Su aparente éxito demográfico se debe a este 

fenómeno y su alto índice reproductor. Los corzos son los únicos artiodáctilos que tienen implantación diferida.

Todas estas características, unidas a su gran plasticidad adaptativa a todo tipo de hábitats, incluso islas, a las que ha podido 

acceder aprovechando sus óptimas cualidades nadadoras, así como llanuras cerealísticas, siempre que cuenten con una mínima cobertura 

vegetal en la que completar su ciclo biológico, ha motivado la amplia distribución de la especie, de la que se ha constado en los 

últimos años una expansión notable, habiendo ocupado territorios en los que su presencia era desconocida.

La historia evolutiva del corzo se encuentra llena de altibajos demográficos, lo que también indica una extraordinaria fragilidad 

ante fenómenos como deforestaciones, presión cinegética, predación, inviernos duros, etc.

El corzo se encuentra por la mayor parte de Europa, así como en una franja de Asia central que llega hasta el Pacífico. Es muy 

abundante en Europa oriental y central, sobretodo en Dinamarca, Australia y Alemania, también está presente en Gran Bretaña. Faltando 

tan solo en el extremo septentrional del continente y en Irlanda. Los principales núcleos poblacionales de la Península Ibérica 

ocupan la Cordillera Cantábrica, Pirineos y los Sistemas Ibérico y Central. Desde ellos se encuentra en proceso de expansión. 

Reductos poblacionales se encuentran, además, en Montes de Toledo, Sierra Morena, el este de Extremadura y en las sierras andaluzas 

de Jaén y Cádiz. 

DATOS DE LA ESPECIELongevidad: En libertad puede alcanzar los catorce años de vida, aun cuando su vida media está en torno de los 8 o 

9 años. La mortalidad es muy alta en el primer año de vida del animal. 

Celo: Tradicionalmente se ha considerado que “al volverse rojo y ha escodado el corzo entra en celo”, lo que equivale a decir que es 

en verano, época en la que adopta la coloración estival cuando entra en celo. En esta época del año se producen unos característicos 

círculos en la vegetación y en torno a árboles y arbustos llamados popularmente como “círculos de brujas” al correr los machos detrás 

de las hembras.  

Gestación: Después de la fecundación, el óvulo de la hembra permanece estacionario cerca de cuatro meses, es decir, hasta la mitad de 

diciembre, en cuyo momento empieza a desarrollarse con singular rapidez. Por lo tanto, la gestación tiene una duración total, en 

todas sus fases, de unas cuarenta semanas, aunque la verdadera gestación dura unos 130 días.

Parto: Cuatro o cinco días antes del parto la hembra se retira a un lugar aislado del bosque. Las jóvenes suelen dar a luz una sola 

cría en cada parto, y las de edad más avanzada, dos y a veces tres. La madre esconde a los recién nacidos durante el mayor tiempo 

posible y al menor peligro les advierte del mismo golpeando el suelo con una pata o emitiendo un silbido especial. Durante la primera 

semana de vida de los corcinos permanecen escondidos entre el matorral, si son gemelos, permanecerán separados unos 20 metros el uno 

del otro.

Duración de la lactancia: Las crías, llamadas corcinos, también recentales, nacen con un pelaje salpicado de manchas redondeadas, 

blancas y negras, que irán desapareciendo con la edad. Las crías son muy indefensas en esta época de su vida, pero son defendidas con 

virulencia por las hembras que pueden dar fuertes coces con sus patas delanteras. A los ocho días del parto, la hembra lleva ya a sus 

hijos a pastar y pasados diez o doce días más ya son lo bastante robustos para seguirla a todas partes y comiendo material vegetal a 

partir de los dos meses que alterna con la leche materna hasta la entrada del invierno.

Madurez sexual: Las hembras son fértiles al primer año de vida y carecen de climaterio lo que significa que hasta que terminan sus 

días continúan pariendo. Ilustrativamente se ha dicho que las hembras de corzo “mueren  pariendo”.

Alimentación: El corzo es un herbívoro, muy exigente en cuanto a su alimentación,  condicionada  por el reducido volumen estomacal, 

lo que le obliga a modificar su comportamiento en dos aspectos: en primer lugar debe comer en breves intervalos, seguido de pequeños 

periodos de reposo fundamentalmente ramonea, alimentándose de las hojas y brotes de las especies arbóreas y arbustivas que encuentra 

en su zona de distribución. Se estima que las necesidades alimenticias por kilo de peso, son superiores en el corzo que en el ciervo. 

El peso con el que el corzo llega al invierno es básico para su supervivencia, de modo que se considera que tan solo superarán el 

invierno los corzos que llegan a estación con un peso superior a los 12-14 Kgs.

Hábitats: Se le encuentra en bosques de todo tipo e incluso en aquellas etapas de degradación, como son matorrales o zonas 

adehesadas. En la Península Ibérica no es habitual encontrarle en zonas de cultivo de cereal, hecho común en poblaciones 

centroeuropeas. A pesar de que el corzo pueda habitar la casi totalidad de las formaciones boscosas ibéricas, las ofertas de cada uno 

de ellos en relación a variables como refugio, comida o competencia, pueden modificar aspectos en su ecología. En efecto, parece 

evidente que la densidad poblacional, por ejemplo, se vea afectada por estas variables, pero aspectos como la sex-ratio en el 

nacimiento, la dispersión de los jóvenes o la territorialidad, se encuentran relacionados por el lugar en donde los individuos 

desarrollan sus ciclos. 

Huellas:  De aspecto estrecho y con marcado paralelismo entre los bordes internos de cada pezuña. Su tamaño es de unos 5 cm. de largo 

por 3 de ancho. Carecen del perfil arqueado que caracteriza a la huella del ciervo, lo que permite su diferenciación entre una y otra 

especies. El corzo también puede marcar las pezuñas posteriores en terrenos blandos y nieve, particularmente cuando salta. Las 

pezuñas de las extremidades anteriores son mayores  que en las posteriores, lo que permite su diferenciación visual.

Excrementos: Parecido a los del ciervo, pero de menor tamaño: 7-14 mm. de largo por 7-10 mm. de ancho, de color pardo oscuro o negro, 

su aspecto normalmente es cilíndrico con un extremo redondeado y el otro apuntado, aunque las formas semiesféricas no son 

excepcionales.

Otros rastros: Muy variados tales como:

Camas: lugares donde los corzos se refugian. Suelen tener aproximadamente un metro y medio de largo por un metro de ancho, 

apareciendo la tierra ligeramente removida.

Círculos de brujas: producidos en la época de celo de la especie al perseguir los machos a las hembras.

Marcas en los árboles: suelen ser de dos tipos, escodaduras (presentan terciopelo dejado por el macho al limpiarse la cornamenta) y 

territorialistas, además de carecer de terciopelo o borra son marcas mas profundas y aparecen impregnadas de las glándulas olorosas.

Desmogues: cuernos de corzo que deja abandonados el animal en el desmogue.

Excavaduras en la nieve: las efectúa el corzo con las patas delanteras para acceder a la hierba del suelo en los casos de copiosas 

nevadas.

Dimorfismo sexual: El macho es mayor que la hembra.

Enemigos naturales: El lobo es su principal enemigo natural, siendo la especie más consumida por este cánido. También es víctima de 

otros carnívoros como el zorro y el lince, y en menor medida por el oso. También el águila real tiene entre sus víctimas al corzo.


Principales problemáticas: En los últimos años estamos asistiendo a un claro avance demográfico de especies cinegéticas mayores que, 

como el corzo (Capreolus capreolus) y el jabalí (Sus scrofa), han sabido adaptarse a los nuevos usos de nuestros campos y sierras y 

han desarrollado estrategias de desarrollo adecuadas a las nuevas condiciones. Sin embargo, esta prosperidad poblacional ha provocado 

el resurgimiento de problemas asociados a otros recursos humanos (daños agrícolas, siniestralidad en carreteras...). Además, y 

provocado por el declive de las especies cinegéticas menores, el mundo de la caza ha trasladado sus objetivos, en gran medida, hacia 

los ungulados, con lo que se está produciendo una excesiva presión cinegética sobre especies como el corzo, en perjuicio de su 

sostenibilidad en el equilibrio con el resto de los aprovechamientos humanos del medio natural.




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